El 3 de febrero de 2025 se celebró en París la Velada de la AMP inaugurando el trabajo hacia el XV congreso, que se celebrará en la primavera de 2026 en París sobre el tema «No hay relación sexual». Presentación a cargo de Ricardo Seldes, director del XV Congreso de la AMP.
El desafío al que nos confronta la AMP de presentar el próximo Congreso cuyo título es un aforismo, nos remite a los excelentes resultados de los últimos dos. Se trata de una breve frase que no llega a ser un haiku, sino un comprimido de saber creado y pronunciado por Lacan en diversas ocasiones. El Scilicet de próxima aparición dará cuenta de una veintena de ellos.
Podemos considerar la posibilidad de rastrear sus orígenes tanto en el recorrido de las enseñanzas de Lacan como en las construcciones freudianas que logren remitirnos a las consecuencias lógicas derivadas del aforismo No hay relación sexual, para preguntarnos cómo Lacan afirmó, negó y distribuyó los desarrollos de Freud y los propios para concluir en un decir preciso y siempre en movimiento, puesto en cuestión.
Un misterio generalizado
No hay relación sexual es la expresión dicha de un misterio que afecta la vida de todos los sujetos hablantes sobre su concepción, su existencia y por qué no sobre su muerte.
La propuesta del próximo Congreso de la AMP 2026 es la de munirnos de los elementos que nos ayuden a recordar este aforismo para no repetirlo como un mantra sino para interrogarlo, retener sus coordenadas y transformarlo en un work-in-progress en donde su uso pueda ser probado o refutado en nuestra práctica clínica de hoy. Estamos advertidos que la referencia al tiempo presente no deja de arrojarnos a una paradoja, quizás a la misma de Zenón porque a la vez que corremos tras él y precisamos de cortes lógicos para arribar a momentos conclusivos, nos vemos afectados por las vicisitudes a las que nos arrastra el discurso del amo de cada época. Decir arrastrados puede sonar un poco cinematográfico en una época en donde las series de streaming de tipo catástrofe han tomado la delantera para poner a los sujetos ante evidencias en la discusión sobre de la creencia o increencia en los cambios climáticos que afronta nuestro planeta, nuestro hábitat.
El discurso analítico hoy
Para Lacan el bello e inmundo mundo del que formamos parte surge del inconsciente que hacemos existir en la práctica analítica. El decir de Freud se infiere de la lógica que toma en su fuente el dicho del inconsciente. En tanto que Freud descubrió ese dicho, ex-siste lo que anticipó Lacan ubica en “El atolondradicho” el estábitat de los parlêtres porque, cito: “¿Es la ausencia de esta relación lo que los exila en estábitat?”.[1] Es por el discurso analítico y en su experiencia en donde, “Restituir este decir es necesario para que el discurso se constituya del análisis (a lo cual contribuyo), esto a partir de la experiencia donde se revela que existe”.[2] “¿Es por abitarlo por lo que esta relación solo puede quedar interdicta?”,[3] entredicha. Lo real del inconsciente será el cuerpo hablante.
Lacan mencionará en el mismo texto las voracidades con que se tapona la inexistencia de la relación sexual para señalar que el discurso analítico intenta dar cuenta de dichas voracidades. El hábitat del lenguaje ofrece mediante lalengua de cada quien los recursos y dificultades para sufrir o gozar de las sexualidades, para desearlas o para rechazarlas, para soñar con ellas o para hundirse en sus recovecos mortíferos. Sexualidad y muerte son los dos imposibles freudianos cuya resolución apela al dominio pulsional.
¿Qué nos depara la clínica del primer cuarto del siglo XXI reestructurada por las consecuencias de la combinación del discurso científico y el capitalista, que han modificado de tal manera las tradiciones, costumbres y hábitos que en pocos años produjeron intrépidos agujeros en lo simbólico? Esos vacíos son suplantados por los objetos-órganos alrededor de los cuales puede sostenerse un vínculo resquebrajado en los lazos, en las parejas, en las familias, en donde la palabra vale menos que cualquier aplicación digital.
Venimos de trabajar sobre Todo el mundo es loco, es decir delirante,lo que apela a los saberes de todos los hablantes acerca de la misma carencia en lo que concierne a la sexualidad. Tenemos así dos aforismos que juntos contienen un saber producido en la experiencia analítica en donde se pueden transmitir los resultados del desorden en lo real de la época en donde se ha constituido un nuevo orden, con consistencia de hierro y plástico, cuyas creencias pueden ser interrogadas por nosotros.
Lacan ha planteado que su n’y a pas –mezcla del “no hay” y una negación– no impide a los sujetos acercarse a los cuerpos de los otros para hacer el amor, apoyados en sus fantasmas, es decir en la modalidad que cada uno logra inventar. Se trata de compañeros-compañeras, gente que se ubica de un lado u otro de las sexuaciones que valen aun para los que se proclaman sinsexo, contrasexo, antisexo, y deliran sobre variados modos de denominarse por fuera de las normas. La sexualidad causa problemas y otorga soluciones.
Todos tullidos de la sexualidad
Intentamos argumentar sobre el aforismo y nos acercamos de diferentes maneras, podemos tomar porciones de dichos, hacer alusiones a casos, recordar referencias a momentos de la civilización en donde eso se pone en juego más evidentemente. Retornemos a las preguntas que intentan encontrar respuestas parciales a lo que llamamos lo imposible, lo real del sexo.
Hay un trabajo de Freud de sus primeras épocas en donde se interrogó por la etiología de las psiconeurosis y ubicó, con toda premeditación, a la causa sexual como el origen de los síntomas. Se ocupó de lo que llamaba la neurastenia, definiéndola como de índole actual y sin una referencia a la naturaleza infantil como en las neurosis. Sin descuidar los casos mixtos, los diferenció señalando el exceso de satisfacción autoerótica que podía escuchar en las neurosis actuales, mientras que en las otras la etiología la refería por el contrario a la repetición de la contención o insatisfacción del goce sexual. Recordemos que su tesis esencial era que la angustia es en general libido desviada de su empleo.[4] Contaba según sus palabras, con un extenso archivo de casos en la exploración de una terapéutica deseable, y le aseguró a Fliess que en el caso del exceso de las neurastenias eso tendía a desembocar en su conclusión de que no se trataba de víctimas de la civilización o de la herencia sino que “–«sit venia verbo» [“perdón por mis palabras”]– [se trata de] tullidos de la sexualidad”.[5] Utiliza la expresión Sexualkrüppeln,en donde krüppeln apunta a los inválidos, los lisiados. Es una palabra cuya etimología llega casi sin cambios del bajo alemán medio, kröpel “el encorvado”, en su raíz protogermánica reconstruida krupilaz que implica “inclinado a arrastrarse”. La palabra también declina en personas que han desarrollado un hábito indeseable y del cual no pueden desprenderse, alude a un goce excesivo, imposible de ceder, que limita el vínculo con el Otro. Es interesante captar cómo este artículo de 1898 le produjo al mismo Freud una sensación de mucha incomodidad por el escándalo que sabía que iba a producir, al hablar tan abiertamente de los masturbadores y de los hombres, mujeres y parejas que se infligían insatisfacciones sexuales. Los variados síntomas provocados por estas disfunciones los transformaban en Sexualkrüppeln. Un trabajo que calificó como “Gartenlaube” le escribe a Fliess, el título de una revista para el hogar que se había vuelto célebre por sus historias sentimentales, pero completamente extraño al estilo de la publicación por tratar tan abiertamente y en forma desvergonzada un tema que él mismo entendió como destinado a provocar un escándalo y no solamente entre la ciencia de la época. Sexualkrüppeln, lisiados de la sexualidad y Gartenlauben, glorieta de jardín, son dos significantes que dicen algo más sobre los trabajos de Freud que vendrán a continuación: “Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria” en donde se refiere al caso Signorelli y “Sobre los recuerdos encubridores”. Sexualidad y Muerte. El Herr está en el límite de lo decible cuando se trata del suicidio de un paciente por impotencia sexual. Herr es lo absoluto, la muerte “a la que no se puede mirar fijamente”.[6]
El saber y las creencias
¿Se obtiene un saber en la experiencia analítica sobre la relación sexual? Con Lacan hemos aprehendido que hay una presunción, que puede constituirse un saber de la verdad.[7]
Cuando la verdad toma la forma jurídica y se le pide a alguien que diga toda la verdad sobre lo que sabe, ¿no se hace ya en conocimiento de que se trata de una demanda imposible excepto en el hecho de que se busca captar algo de la enunciación en juego? Es la demostración de una voluntad de juzgar lo tocante al goce, que el goce se confiese, justamente porque es inconfesable. No hay relación sexual nos confronta con la evidencia de que el goce solo se interpela, se evoca, se acosa o elabora a partir de semblantes, lo que incluye al ser, el creerse ser, pero también al amor con sus preguntas infinitas. La cuestión se desplaza a cómo alcanzar lo verdadero sino es por vías torcidas.
Decir No hay relación sexual ¿es una verdad a secas? Y que no puede escribirse ¿es un axioma del que partimos o es un punto de llegada para cada analizante que decidió comprometerse con el discurso analítico? Aceptamos que el saber vale y tiene un precio, y es que uno tiene que arriesgar el pellejo, porque resulta menos difícil adquirirlo que gozar de su ejercicio. Quizá la extendida práctica efectiva del incesto, generalizada hoy como abuso sexual infantil, nos arroje algunas luces acerca de las consecuencias en los sujetos damnificados por esa práctica deleznable.
Para Freud el inconsciente es un saber que no se sabe pero que puede descifrarse, leerse y tal vez su utilidad mayor es que sirve para hacer hablar. Quizás haya algo de eso en lo que se le atribuye al inconsciente en las mujeres, que pueden hacer hablar y obtener de allí su goce. Tal como Silvia Tendlarz lo recuerda, es que si lo que uno elige como síntoma es una mujer que nos habla, se cree en ella, entonces el síntoma se hace parlante y puede ser escuchado.[8]
Nos llama la atención que cuando Lacan dice que la vida reproduce, señalará que la respuesta solo se hace pregunta donde no hay relación que sostenga la reproducción de la vida.[9] Es claro que el preguntarnos es un modo de acceder a lo que “no hay” en los parlêtres. El inconsciente mismo pareciera ser una manera de cifrar la no respuesta y, como nos demuestra el cuento de la Caperucita Roja, su respuesta será: “Para hacerte hablar”, modo de demandar el banquete mortífero, para comerte mejor, para matarte mejor. Lacan pretende obtener dos mitades que no se enreden demasiado en el acto sexual, cuando puedan llegar a él, lo que no siempre es posible, por lo complicado que puede resultar el acceso al cuerpo de una mujer.
Si el cuerpo de los hablantes está sujeto a separarse de sus órganos, es para encontrarles una función, señala Lacan.[10] Eso nos da cierta cercanía con la psicosis, pero también por el hecho de que un órgano, el masculino se haga el significante, se haga el falo, para servir de carnada en la función que le delega el discurso. No hay falo sin un discurso que lo sostenga. Y dará dos características, la de fanera gracias a su aspecto de aditamento móvil que se acentúa por su erectilidad, y el de anzuelo para pescar todas esas voracidades. Y acá tenemos el rasgo pulsional con que se tapona la inexistencia de la relación sexual. Ese órgano que pasó al significante horada el lugar desde donde cobra el efecto para el hablante. Concluirá señalando que ser o tener el falo es la función que suple la relación sexual,[11] con lo que elaborará las fórmulas de la sexuación.
Se trata entonces de la cuestión de la defensa contra lo real y del límite de lo decible. ¿Qué creencias, qué formas tendrán en el futuro las preguntas sobre la concepción cuando gracias al avance de las técnicas procreativas ese objetivo se cumpla por vías tan disimiles e innovadoras, para realizar el deseo de concebir un niño? La práctica analítica permite aproximarnos a los casos en donde podríamos verificar la existencia de los mitos actuales acerca de la llegada al mundo. Conocemos la importancia que tiene para Lacan el hecho de haber sido o no deseado por algunos de los que se llaman madre o padre. ¿De qué manera influye en los niños el uso masificado y permanente de los gadgets que los comunican directamente con el saber universal, fake o no? ¿Qué les proporciona a los adolescentes y no tanto, el goce directo de escenas de pornosexo brutales, fácilmente accesibles en sus teléfonos celulares tan escalofriantemente cercanos, directos y compañeros de las crecientes soledades? Qué alejadas e ingenuas se muestran esas búsquedas en libros, imágenes y diccionarios de palabras fuertes que podían acercarnos a los secretos imaginados de cigüeñas que venían de París. En la lengua algo de la verdad siempre se escapa, aunque se trate de la popularización del cuento de Hans Christian Andersen.
¿Qué tipo de saber es la creencia que nos hace buscar su relación con la convicción, la incredulidad, la duda y la certeza? Contamos con el volumen de la colección Ornicar? llamado “Creer” donde Deborah Guterman nos recuerda que para Lacan la creencia suple a la ausencia de relación sexual y por este hecho enmascara a la muerte, trabaja para la eternidad.[12] En dicho ejemplar François Leguil señaló que las certezas transmitidas por la ciencia no requieren el compromiso de nuestra fe, y así las distinguimos de la certeza en la psicosis.[13] Lacan se refirió en su seminario sobre Las psicosis a una creencia universal en Papá Noel, que implica que el mañana será mejor que el presente. Cuando recomienda interpretar del padre a lo peor ya no será una creencia sino una apuesta de un operador que no se funda en la sugestión sino en el objetivo de la certeza, la localización por el propio sujeto de la determinación real de su división, porque es una certeza ligada a un imposible de decir incrustada en nuestro cuerpo.
El síntoma como partenaire
Considero así que el punto determinante en nuestra clínica, que se basa en las consecuencias del aforismo de No hay relación sexual, es lo que J.-A. Miller anunció, y desde mi perspectiva ha sido un hallazgo sensacional, su lectura del sintagma partenaire-síntoma y las enormes posibilidades de su uso. La primera consecuencia es el interrogante con el que nos encontramos peguntándonos hoy qué implica ser lacaniano. Y Miller da una respuesta simple en su gran complejidad: es tener que arreglárselas siempre con un problema de la articulación entre la libido y lo simbólico.[14] Los lacanianos, dice, están embrollados con esto, con la pregunta ¿cómo se pasa del significante al goce? Y ahí contamos con el síntoma como lo que sirve al goce del cuerpo viviente.
Si partimos de la antinomia entre el sentido y lo real, no hay relación entre ellos, salvo una infracción, la del síntoma. Y desde que Freud alertó que se trata de una sustitución de una satisfacción pulsional, podemos afirmar que viene al lugar del objeto que sería el que le convendría a la pulsión que, aunque busque sus objetos en el campo del Otro, es siempre autoerótica. De ese goce, según Freud, hay que defenderse porque pone en peligro el principio de la homeostasis.
Si la ausencia de relación sexual es lo que hace necesario al discurso, si se trata de un taponamiento significante, ¿qué tipo de lazo es el del analizante-analista para permitirnos acceder a lo real que establece lo inconmensurable, el indecible con lo que se ubica de sintomática esa relación fundada en el amor y el supuesto saber? Una relación de palabras y silencios que deja lo sexual afuera, aunque solo se hable de las complicaciones lógicas y reales de esta falta de relación.
El amor cortés como misterioso artificio
Esto nos conduce al decir de Lacan acerca de cómo el real al que venimos aludiendo ha dejado su sedimento en el curso de los siglos. Y ha sido a través de lalengua que estas marcas se han constituido. Tomaremos para esta presentación una creación que ha sido otra importante referencia para Lacan.
El amor cortés es la invención literaria, poética y musical propia de los troveros y trovadores de las cortes occitanas del siglo XI. Su producción introdujo importantes cambios en la sociedad de los siguientes siglos. Del occitano Fin’amors, amor perfecto, esta literatura, que originariamente se dirigió a un público de corte, pasó a ser parte de la vida de todos. Evocaba al mismo tiempo la cortesía exquisita y el refinamiento propios de la sociedad aristocrática, y su contrario, una cruda manera de utilizar los significantes referidos al amor en tanto prohibido y oculto, idealizado, humillante y exaltante, excesivo y poético, erótico y descarnado. Es un amor que exige al hombre ser amante y servil en tanto la mujer es llevada a la categoría de dominante e indulgente.
Sus consecuencias perduraron durante cientos de años. Consisten esencialmente en despojar al amor de su contenido sexual, procedimiento por el cual la relación sexual deja de ser imposible de ser inscripta. Si a contrario sensu partimos de la afirmación que el goce es el obstáculo insalvable para que la relación sexual pueda inscribirse de alguna manera, eso señalaría que al amor cortés es un artificio para vérselas con dicho goce. Un misterioso artificio. Lacan ha dicho que el amor cortés es el amor “a secas” en un estilo de lazo espiritual, aunque impuro. Lacan estudió a los trovadores y señaló que este amor surgió en una época en la que “se hacía el amor con vigor, quiero decir que no se hacía de ello un misterio, que se hablaba de ello crudamente”.[15] Este amor es tan hereje como los trovadores que lo han ensalzado en la época de los cátaros. Se trata, asimismo, de una posición que respeta los semblantes, en tanto las buenas maneras son el semblante requerido en torno a la falta: no hay otras buenas maneras que las que rodean el agujero, índice de lo real. No implica el sacrificio profundo de la nada que se demanda en la prueba de amor, es delicado y sutil, sin embargo, produce efectos reales. De este modo comparte con lo real algo de su estofa, la erotomanía así lo demuestra.
El secreto de lo sexual
Así como existen las palabras prohibidas, o las que hieren, las que matan, las que ofenden, las que irrumpen como parásito en el decir cotidiano, en dichos contingentes que dejan una marca de goce, también están las palabras más privadas, quizá las más secretas, las que acarician, las que seducen, las que son necesarias y llevan a alguien a obtener el máximo placer sexual. O se lo impiden.
En esta época del todo mostrar, ¿qué permanece como secreto? ¿Qué invenciones sustentan la práctica del sexo, en tanto podamos sostener que se trata de un secreto que vale tanto para quienes la realizan como para quienes no la realizan? ¿Qué agregaríamos ahora sobre la práctica analítica con sujetos neuróticos, que como bien ha recordado Dalila Arpin al finalizar el Congreso pasado, evitan el encuentro con el Otro sexo? Se conoce bien la dificultad del fóbico para exponerse al Otro, así como el placer del histérico de contar sus aventuras a sus amigas en lugar de vivirlas, por no hablar de la confusión del obsesivo, molesto por sus infinitas dudas… En el fondo, dice Lacan, el único cuarto donde se llega, pero no pasa nada, donde “el acto sexual se presenta como una forclusión…”, es el consultorio del analista.
Jean Pierre Deffieux en la misma mesa de cierre señaló lo siguiente: “Hoy en día, el falo es sustituido cada vez más a menudo por objetos de plus de gozar para los que no se convoca la detumescencia”. Miller abordó esta cuestión en “El inconsciente y el cuerpo hablante”, a través de la excrecencia del porno, que pone cada vez más en juego un goce del objeto, más que del órgano fálico. Los múltiples objetos plus de gozar permiten escapar de la incomodidad real del órgano y creer así en la relación sexual. El porno exhibe de manera banal y excesiva lo que la dignidad del barroco velaba, a pesar de sus mostraciones de cuerpos gozantes.[16]
Al seguir los rastros que nos dejaron los trovadores, hallamos algunas claves en los textos que han quedado de sus dichos. El secreto es uno de ellos. La magia será el otro. ¿Por qué el secreto? El secreto es un saber que no se expone, es un saber bajo un velo. Hay algo secreto de la sexualidad para cada uno y la no-relación-sexual es secreta tanto para quienes la practican como para quienes no. Jorge Luis Borges lo dice mucho mejor que nosotros en “La secta del Fénix”,[17] mientras que Lacan lo referirá a su propia clínica: “Y uno de los fines del silencio que constituye la regla de mi escucha es precisamente acallar el amor. No traicionaré pues sus secretos triviales y sin par”.[18]
J.-A. Miller despertó el breve texto de Borges[19] para dar cuenta del agujero que hay en lo que suele llamarse el saber universal. Es un cuento erudito, con múltiples referencias sobre la antigüedad, sobre una secta que gira sobre un saber conspirativo esencialmente velado, un secreto que divide a la humanidad en dos clases distintas, los que saben y los que no. Como suele suceder, el secreto para algunos lo es también para ellos mismos, dice Miller. El texto se refiere al coito y consigue literariamente hacer un enigma, un saber a descifrar, algo que en buena parte puede compararse a una sesión analítica.
Se puede decir que en este texto el hecho de naturaleza, la obra de carne puesta a cuenta de una secta se desliga a cuenta del semblante. Y “es la condición humana como tal que parece extranjera, enigmática, […] [que hace pensar] cómo puede ser que uno se libre a algo tan increíble como es eso que se da en llamar hacer el amor”.[20] El Fénix no es sino el falo, el acto sexual consuma su desaparición y el falo renace de sus cenizas.
En una de las charlas que Lacan dio en Sainte-Anne en la época de El Seminario 19 se preguntaba por el estado actual del pensamiento, no le interesaba señalar que las cosas siempre estuvieron igual a la actualidad, o su actualidad si quieren. Sin embargo, indicó algo que asomaba para él del porvenir de lo que se considera normal en cada época. Philipe Hellebois nos recordó en su participación de febrero de 2024, en el final que daba comienzo del próximo Congreso, que Lacan dijo que Gide quería que la homosexualidad fuera algo normal. Y en 1972 Lacan agregó ya “hay una multitud que va en este sentido”,[21] refiriéndose a los grupos de poder que luchaban por sus derechos.
¿Qué sucede cincuenta años más tarde? La normalidad cambia al ritmo de los avances tecnológicos y tanto del lado de los que exigen, con razón, la aceptación comunitaria de sus modalidades de goce, como si el goce fuera algo generalizable y no singular, como del lado de los que no solo resisten a las nuevas formas evidenciadas de vérselas con la inexistencia de la relación sexual, sino que las persiguen y las quieren castigar, para a su vez, rechazar el inconsciente y el “no hay”. Lo real del vínculo social es la inexistencia de la relación sexual.
Soy lo que digo puede encontrar formas normalizadas o caer en extremos incomprensibles. La reivindicación indiferenciada de derechos merece la oportunidad de interrogar las consecuencias del no hay imposible para que los sujetos se subsuman bajo tal o cual nombre. Tal como ha planteado Éric Laurent el uso de los semblantes generalizados indica que debemos retomar esta cuestión a partir de la pulsión en juego para interrogar lo imposible en el sistema.[22] Es decir interrogar la euforia de la innovación de los semblantes dado que han traído un rebrote del establishment fundamentalista de las tradiciones, a nuestro parecer cada vez más cruel y contagioso.
Para concluir
Retomemos nuestro punto de partida para preguntarnos por la diferencia entre el goce fálico que no se relaciona con el Otro como tal, con ese goce diferente sintomático que sí sostiene lo que se nos revela del Otro. Esto es decir que el goce pulsional no hace relación y que: “Si hay Otro a nivel del goce, solo se reconstituye a nivel del síntoma, e incluso solo se reconstituye en carácter síntoma”.[23] Por supuesto cabe aclarar que el Otro al que nos referimos no es aquel al que Lacan aludía en los comienzos de su enseñanza, ya que ese Otro implicaba una exclusión del goce.
Esta perspectiva permite tomar el desarrollo de los “equívocos sobre el Otro” para llegar a la pregunta, ¿por qué se va a hablar al analista? ¿Qué goce se obtiene allí en esa pareja-síntoma, cuáles son sus características iniciales y cómo la elucidación y transmisión de análisis verificados por el pase nos enseñan las modalidades singulares de llegada del final?
Es posible indicar un trabajo sobre las maneras de constituirse las parejas según esta propuesta de J.-A. Miller de pensarlas en el amor y el deseo, en lo imaginario, en lo simbólico en lo real para tratar de ubicar la pareja del goce.
Resumiendo, el acceso al Otro es posible a través del goce, y va a parar al objeto a, lo que revela del goce del cuerpo propio y tenemos acceso por medio del amor que deja de lado el cuerpo y se aferra a las palabras.
Los dos accesos son válidos para los dos sexos, pero aquí Lacan puede decir que el primero lo es sobre todo para el macho, el acceso macho al Otro, el acceso a través del goce; mientras que del lado de la mujer, el acceso al Otro se realiza más habitualmente a través del amor.[24]
Este último queda del lado de un goce abierto, sin límite.
La preparación de un Congreso de psicoanálisis nos abre puertas, tal como lo hace el inicio de un análisis. Nos valemos de nuestros significantes, de los recursos del saber que hemos acumulado a lo largo de estos años de la orientación lacaniana para interrogar a Freud, a Lacan, a los hallazgos de nuestros colegas en la práctica. Esto nos conduce a no temerle a las cosas nuevas que de repente brillan en nuestras transmisiones. Implica afrontar prejuicios para que después de más de un año de investigaciones y discusiones clínicas, esos destellos armen teoría para volver a ponerse en cuestión y crítica permanentes.
Auguramos a nuestra incipiente y transitoria organización un trabajo decidido y alegre y a todos ustedes que puedan encontrar cómo decir sus construcciones, sus obstáculos, sus hallazgos para provocar más deseos de esta maravillosa epidemia que llamamos práctica analítica.
[1] Lacan, J., (1972) “El atolondradicho”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 479.
[2] Ibíd., p. 478. [Las itálicas son del autor]
[3] Ibíd., p. 479. [Las itálicas son del autor]
[4] Freud, S., (1898) “La sexualidad en la etiología de las neurosis”, Obras completas, Tomo III, Buenos Aires, Amorrortu, 1989, p. 262.
[5] Ibíd., p. 267.
[6] Lacan, J., (1957-1958) El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Buenos Aires, Paidós, 1999, p. 41.
[7] Lacan, J., (1972-1973) El Seminario, Libro 20, Aún, Buenos Aires, Paidós, 1981, p. 111.
[8] Tendlarz, S., El inconsciente enamorado, Buenos Aires, Grama ediciones, 2024, p. 131.
[9] Lacan, J., (1972) “El atolondradicho”, óp. cit., p. 479.
[10] Ibíd.
[11] Ibíd., p. 482.
[12] Gutermann-Jacquot, D., “Luminaria”, Ornicar? Creer n.º 2, Buenos Aires, Navarin-Grama ediciones, 2024.
[13] Leguil, F., “Anatomía de una paradoja”, Ornicar? Creer n.º 2, Buenos Aires, Navarin-Grama ediciones, 2024, p. 51.
[14] Miller, J.-A., (1997-1998) El partenaire-síntoma, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 47.
[15] Lacan, J., (1959-1960) El Seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1988, p. 168.
[16] Miller, J.-A., (2016) “El inconsciente y el cuerpo hablante”, Lacaniana n.º 17, Año IX, Revista de Psicoanálisis, Buenos Aires, Grama ediciones, noviembre de 2014.
[17] Borges, J. L., (1944) “Artificios”, “La Secta del Fénix”, Obras completas 1923-1972, Buenos Aires, Emecé editores, 1974, p. 522.
[18] Lacan, J., (1960) “Conferencia sobre la ética del psicoanálisis en Bruselas”, 9 de marzo de 1960, inédito.
[19] Miller, J.-A., (1999-2000) Los usos del lapso, Buenos Aires, Paidós, 2004, pp. 29-47.
[20] Ibíd., p. 39.
[21] Lacan, J., (1971-1972) El Seminario, Libro 19, …o peor, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 69.
[22] En diálogo con J.-A. Miller en (2003-2004) Piezas sueltas, Buenos Aires, Paidós, 2013, p. 397.
[23] Miller, J.-A., (1997-1998) El partenaire-síntoma, óp. cit., p. 236.
[24] Ibíd., p. 275.