La cura

¿Qué es un psicoanálisis?

Cien años después de la publicación de La interpretación de los sueños, el psicoanálisis, como consecuencia de su propio éxito, se ha popularizado hasta el punto en que designa, para el común de las personas, prácticas muy diversas para tratar el sufrimiento. Por lo tanto, todos creen saber qué es una cura analítica. Ahora bien, parece crucial precisar lo que hace de esta un tratamiento sin igual.

Parece crucial precisar las especificidades del psicoanálisis como lo hizo el mismo Lacan, al borde de su enseñanza: “Cuando, hoy en día —me refiero a 1954, este año tan joven, tan nuevo— observamos cómo los distintos practicantes del análisis piensan, expresan, conciben su técnica, nos decimos que las cosas han llegado a un punto que no es exagerado denominar la confusión más radical. Les informo que, actualmente, entre quienes son analistas y piensan (lo que ya restringe el círculo) no hay quizá ni uno que, en el fondo, esté de acuerdo con sus contemporáneos o vecinos respecto a lo que hacen, a lo que apuntan, a lo que obtienen, y a lo que está en juego en el análisis.”[1]

El foco sobre la palabra en la cura

En efecto, si en ocasiones (y no lo discutiremos), puede “hacer bien hablar”, la cura no se puede reducir a una “especie de descarga homeopática (…) en el interior de la experiencia actual que transcurre en el consultorio”[2]. Freud mismo, dirigiéndose a un público de médicos y de profanos en la universidad de Viena en 1915, había advertido, a su manera, al candidato al análisis: quien se compromete en una cura lo hace “sin garantía” de éxito porque “toda [su] cultura anterior” y “todos los hábitos de [su] pensamiento tuvieron que hacer de [él] inevitablemente [un adversario] del psicoanálisis”.

Entonces, ¿qué se dice en un psicoanálisis? Ciertamente, en un momento de urgencia subjetiva, se entrega a un otro que nos escucha sin juzgar, sin encarnar la moral, los pensamientos más íntimos, los más inconfesables: se confían las verguenzas, las miserias, las frases y los acontecimientos marcantes que parecen haber oscuramente organizado una vida, lo que Jacques-Alain Miller llama “la envoltura del análisis”. Pero el análisis no se limita a esta envoltura. La cura no es una confesión y no se reduce a lo que ya sabemos y nunca hemos podido decir a nadie. Como recuerda Jacques-Alain Miller, “en un análisis, lo que se dice es diferente”[3], se dice lo que no se sabe. El análisis consiste en decir lo que hay “entre las líneas” y que aflora en las formaciones del inconsciente, en el sueño, el lapsus, los actos fallidos, estos “primeros objetos científicos”[4] de la experiencia freudiana en los que se interesa el psicoanálisis “en tanto que ponen en juego el deseo”.

“En todo momento” entonces, la experiencia de la cura “consiste en mostrar al sujeto que dice más que lo que cree decir”[5]. La cura no es una experiencia moral sino una experiencia singular de palabra que apunta al deseo inconsciente velado bajo la demanda consciente dirigida al analista.

“1. Que la palabra tiene en ella todos los poderes, los poderes especiales de la cura;
2. Que estamos bien lejos por la regla [fundamental] de dirigir al sujeto hacia la palabra plena, ni hacia el discurso coherente, pero que lo dejamos libre de intentarlo;
3. Que esa libertad es lo que más le cuesta tolerar;
4. Que la demanda es propiamente lo que se pone entre paréntesis en el análisis, puesto que está excluido que el analista satisfaga ninguna de ellas;
5. Que puesto que no se pone ningún obstáculo a la confesión del deseo, es hacia eso hacia donde el sujeto es dirigido e incluso canalizado;
6. Que la resistencia a esa confesión, en último análisis, no puede consistir aquí en nada sino en la incompatibilidad del deseo con la palabra.”
(Lacan, J., “La dirección de la cura y los principios de su poder”)

El síntoma es una paradoja 

Si el análisis es un tratamiento, se orienta pues cada vez del deseo de quien se arriesga. El psicoanalista, orientado por su saber sobre el síntoma y su cara oculta (allí donde hace sufrir y procura al mismo tiempo una satisfacción desconocida), se cuida del furor sanandi señalado en su tiempo por Freud: en efecto, aunque la primera demanda del paciente sea no padecer más, el psicoanálisis, “fuera del campo de la psicología y del autocontrol”[6], señala la dignidad del síntoma que es lo más íntimo del paciente y que no se trata simplemente de erradicar: “el análisis apunta a ese punto en el que, en su dolor, el sujeto está satisfecho”[7].

Entonces, como un tratamiento a medida, el psicoanálisis permite al sujeto captar su propia implicación en el desorden del que se queja, hacerse responsable de su deseo, incluso del más inconfesable. Aún si, al final del recorrido, el inconsciente no desaparece, y la opacidad permanece a pesar de descifrarse la cura, emprender un análisis tiene el valor de un acto en el sentido en que Lacan lo entendía, el de una transformación.


[1] Lacan, J., El Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Buenos Aires, Paidós, 2010, p., 24.

[2] Ibid., p. 29.

[3] Miller J.-A., « Quand on est en analyse qu’est-ce qu’on dit de tellement différent? », Histoires de psychanalyse, France Culture, 30 mai 2005.

[4] Lacan, J., El Seminario, libro 6, El deseo y su interpretación, Buenos Aires, Paidós, 2015, p. 11.

[5] Lacan, J., Los escritos técnicos de Freud, op. cit., p. 90.

[6] Miller J.-A., « Le symptôme est un paradoxe », Histoires de psychanalyse, France Culture, 8 juin 2005.

[7] Ibid.

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    Freud, S., “Sobre la iniciación al tratamiento. Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I (1913)”, Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1991.

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    Lacan, J., «La dirección de la cura y los principios de su poder”, Escritos 2, México, Siglo XXI, 2009.

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    Miller J.-A., «Quand on est en analyse qu’est-ce qu’on dit de tellement différent ?», Histoires de psychanalyse, France Culture, 30 mai 2005.

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    Miller J.-A., « Le symptôme est un paradoxe », Histoires de psychanalyse, France Culture, 8 juin 2005.

El psicoanálisis explicado por sus analizantes