La garantia

No hay una definición estándar del psicoanalista. Jacques Lacan fundó, no obstante, su Escuela con la preocupación por la garantía de la práctica de los psicoanalistas. Siempre ha distinguido dos modos de reconocimiento de los analistas: por el análisis y por la práctica.

¿Qué es un analista?

Reconocimiento por el análisis. Es reconocer que un analista es el producto de su análisis y para autenticarlo, Lacan inventó el pase como un modo de distinguir a los analistas.
Reconocimiento mediante la práctica. La Escuela no otorga el título de analista ni emite una autorización, pero garantiza que la práctica de un analista se deduzca de la formación que dispensa. Formación basada en el control de la práctica.

El control en el corazón de la formación

El control es un legado de la desregulación que Lacan impulsó para el psicoanálisis, en el momento en que fundó su escuela en 1964, la École freudienne de Paris. Contrariamente a la IPA creada por Freud, su escuela no expide una autorización ni un diploma que autorice el ejercicio del psicoanálisis.
Es la práctica de Lacan la que estuvo en el corazón de la discordia del movimiento psicoanalítico internacional: una práctica no estandarizada de la sesión analítica, cuyos principios son afines a la estructura del inconsciente. La famosa controversia de las sesiones cortas, lejos de ser únicamente técnica, implicaba más esencialmente un reto ético ya que la sesión de duración variable dejaba entera responsabilidad a los analistas en su acto, que no podrían librarse de ello protegiéndose detrás de estándares o protocolos.

Así como luchó contra los estándares de la cura, Lacan también reinventó el control, como formación desestandarizada. El control no es obligatorio en las Escuelas del Campo freudiano, pero, según la fórmula de Lacan, “se impone”. Se impone precisamente “porque la Escuela, cualquiera que sea el momento en que el sujeto entre en análisis, tiene que confrontar este hecho con la responsabilidad, que no puede declinar, por sus consecuencias. Está comprobado que el psicoanálisis tiene efectos sobre toda práctica del sujeto que en él se compromete. Cuando esta práctica procede, por muy poco que sea, de efectos psicoanalíticos, ocurre que los engendra en el lugar en que tiene que reconocerlos. ¿Cómo no ver que el control se impone en el momento mismo de esos efectos, y ante todo para proteger de ellos a aquel que ocupa allí la posición de paciente?”[1]

Lacan ha puesto así a los psicoanalistas en la vía de un “control deseado”, según la fórmula de J.-A. Miller, para aquel que se compromete en la práctica del analista y en una formación continua.

Los títulos de los miembros

Los miembros de las Escuelas que ejercen el psicoanálisis pueden hacerlo:

– En tanto miembros de la Escuela, admitidos como tales bajo la responsabilidad del Consejo y habiendo declarado ejercer la función de analistas. Están inscritos en el Anuario con la mención AP (analistas practicantes).

– En tanto que una comisión ad hoc, llamada Comisión de la garantía, los garantiza como psicoanalistas que han dado prueba de ello, otorgándoles el título de AME (analistas miembros de la Escuela), título bajo el cual están inscritos.

Por otra parte, el título de AE (analista de la Escuela) se concede durante tres años a aquellos que, al término del procedimiento que se realiza en el dispositivo del pase, son considerados susceptibles por la instancia responsable —llamada Cartel del pase— de testimoniar, ante la comunidad analítica, sobre problemas cruciales del psicoanálisis.

El texto de referencia más importante en lo que se refiere a los títulos de los miembros de las Escuelas es “La proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”. Lacan plantea allí:

“Primero un principio: el psicoanalista no se autoriza sino a sí mismo. Este principio está inscrito en los textos originales de la Escuela y decide su posición.

Esto no excluye que la Escuela garantice que un psicoanalista depende de su formación.

Ella lo puede hacer por propia iniciativa.

Y el analista puede querer esa garantía, lo que, en consecuencia, sólo puede ir más allá: volverse responsable del progreso de la Escuela, volverse psicoanalista de su experiencia misma.

Visto desde esta perspectiva, se reconoce que desde ahora responden a estas dos formas:

I. El AME o analista miembro de la Escuela, constituido simplemente por el hecho de que la Escuela lo reconoce como psicoanalista que ha dado pruebas de serlo.

Esto es lo que constituye la garantía proveniente de la Escuela, distinguida en primer término. La iniciativa le corresponde a la Escuela, en la cual solo se es admitido en la base, en el marco de un proyecto de trabajo y sin tomar en cuenta procedencias o calificaciones. Un analista-practicante es registrado en ella al inicio, exactamente a igual título que cuando se lo inscribe como médico, etnólogo y tutti quanti.

II. El AE o analista de la Escuela, al que se le imputa estar entre quienes pueden testimoniar sobre los problemas cruciales en los puntos vivos en que se encuentran para el análisis, especialmente en tanto ellos mismos están en la tarea, o al menos en la brecha, de resolverlos.

Este lugar implica que uno quiera ocuparlo: sólo se puede estar en él por haberlo pedido de hecho, si no de forma.

Queda pues establecido que la Escuela puede garantizar la relación del analista con la formación que ella dispensa. Ella puede y, en consecuencia, debe hacerlo.»[2]


[1] Lacan J., “Acto de fundación” (1964) Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 253.

[2] Lacan J.,  “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”. Otros Escritos. Buenos Aires, Paidós, 2012, pp. 261-262.